Abuelo… ?cuales son los colores de la vida?
El anciano no pudo hacer otra cosa mas que volver a sonreir, mientras su nieto seguía mirandole con los ojos bien abiertos, esperando una respuesta inmediata.
- Veras… los colores de la vida… los colores de la vida… -, ese chico seguía sorprendiéndole día a día, ?Cómo se podia hacer esas preguntas?
Los colores de la vida… son: El azul, de la mar fría y el cielo despejado –, hizo una pausa mientras pensaba: "El azul de la mar que adoro y persigo porque me calma, el azul que me abraza sin prejuicios, el azul que destierra mi dolor y calma mis miedos".
El rojo, de las luces de neón que alegran la ciudad por las noches –, el niño asentía con la mirada mientras su abuelo divagaba: "El rojo de sentirse vivo, del deseo, el rojo que bombea la sangre de un tren con destino a una cama prohibida".
El negro, de la oscuridad que no soportas si no estas dormido –, la vieja mente seguía distrayendose, nunca se le había ocurrido mirar la vida de esta forma: "El negro de las sombras que esconden lo que buscas, el negro luto de tantos momentos amargos, hambriento de claridad, asesinando el día".
El blanco, de las nubes esponjosas en que imaginas mil formas diferentes –, ahora su razón afirmaba: "El blanco de las cosas mas puras, del amor mas bellamente soqado, de las palomas de nuestra paz".
- ¿Ya esta? ?Has terminado? –, preguntó el pequeño.
- Si –, afirmó su abuelo tajantemente, sabiendo que una respuesta menos segura significaba tener que pensar mas ante la evidente insistencia de una mente tan curiosa.
El niño se levantó, y se fue corriendo, dejando a su abuelo extrañado ante lo facil que había sido esa vez terminar con las dudas de su nieto preferido.
Sin embargo, el pequeqo aparecia de nuevo tan rapido como se había ido, pero esta vez con una hoja en blanco y lápices de colores en las manos. Entregó todo aquello a su abuelo, mientras le decía tranquilamente:
- Entonces… ?cómo pintarías tu vida, abuelo?
El viejo trató de no dibujar nada demasiado complicado, pero dudaba que sus pensamientos le dejasen acceder ahora a alguna parte simple de su ser. Con pulso tembloroso, trazó líneas interrumpidas, que no eran mas que la arena interminable de la playa de su vida, una silueta negra de un hombre sentado de espaldas, mirando al lejano horizonte, por encima de la espuma blanca del mar azul que se suponía a sus pies.
Tras varios minutos, le entregó el resultado al pequeqo.
- Pero… abuelo… veo negro, azul, blanco… ?dónde esta el rojo?
El anciano se las veía y se las deseaba para poder contentar siempre al pequeqo.
- Veras, hijo, allí, entre la espuma, ?no ves un corazón rojo? Es el de una sirena, que siempre en la distancia, lucha contra la marea hasta la madrugada.
- Jo, abuelo, ?por qué siempre ves mas cosas que yo? ?por qué lo entiendes todo?
- Mira, fíjate, si pudieras ver el rostro del hombre sentado, contemplarías el verde de unos ojos que rebosan la esperanza de que nunca llegue el día en que el mar se vuelva oscuro y no pueda volver a distinguir la pasión entre las olas.
- ?Verde? No me habías dicho nada del verde cuando te pregunté por los colores de la vida.
- Porque la esperanza es lo que te permite ver mas alla de la orilla, es un sentimiento, es algo que no puedes comprender si nunca la has perdido.
Esta vez, el pequeño le miró directamente a los ojos, como intentando contagiarse de cada matiz del verde profundo que se distinguía, entre las arrugas que el sol había sembrado en su cara.
- Qué playa tan bonita, eh, abuelo?
4 comentarios:
Si no lo escribo reviento...
Un precioso texto evoca otro, más breve, más abierto y endiabladamente conmovedor. ¡Va!
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
—¡Ayúdame a mirar!
Eduardo galeano
Precioso texto el que has reflejado, donde encierra la dificil tarea de que enseñen a mirar, ya no solo la mar, sino cualquier cosas y situación en nuestras vidas.
Gracias Highlander por tu aportacion y complementación.
es tan importante aprender a mirar, apreciando lo que vemos...la historia, preciosa!
BSS
que importante es saber mirar a través de los ojos de tu persona ... esta historia y sus colores están llenos de experiencia y sabiduría, ambos personajes rebosan de un generoso y enternecedor, cálido abrazo.
Publicar un comentario