Estamos creando nuevas formas de dependencia. Nos rodeamos de objetos que, en principio, deberían facilitarnos la vida cotidiana y las comunicaciones, pero que según como se manejen, se convierten en una fuente de problemas y de tensiones.
Por lo general, somos más dependientes -tecnológicamente hablando- que nuestros padres y que nuestros abuelos y si la tendencia sigue el curso presente, nuestros hijos y nietos todavía serán mucho más heterónomos que nosotros. Nos creemos más autónomos, algunos incluso se creen autosuficientes, pero dependemos totalmente de una constelación de artefactos técnicos para desarrollar nuestra vida cotidiana.
El teléfono móvil se ha convertido, además, en un rito de paso de la niñez a la adolescencia según el psiquiatra Paulino Castells. Hasta hace poco, en la primera comunión se regalaba una pluma estilográfica, luego fue la máquina de hacer fotos y hoy se regala el móvil y ello pone de relieve la precocidad con la cual los niños empiezan a utilizar este artefacto que se ha convertido en un objeto de fetiche para la inmensa mayoría de hombres y mujeres occidentales.
Francesc Torralba Roselló.